LO QUE DE VERDAD PASÓ

Ya llega el verano, y con él la auténtica naturaleza de mi tan odiada como querida Salamanca brota. Los domingueros requemados salen de sus escondrijos, los turistas ocasionales fluyen en hileras y agreden a la audiencia con sus preguntas sobre orientación callejera, los pasivos estudiantes del ejercicio vigente se convierten en pijos redomados y sudorosos que se agolpan en las emepetrestecas para bailar reaggetone y los bares que uno acostumbra visitar se convierten en espejismos del desierto, rodeados de bolas rodantes de western, el borracho cincuentón al uso y camareros de pega que ni reconoces tras todo un año anclado en el mismo metro cuadrado. Eso, pequeños ilusos, es la cara oscura de la ciudad de la luz, fiestera y juerguista, que hiberna este solsticio para presentarse aseada en octubre, momento en que se pone su traje de luces. No lo notais, pero sois seres de tránsito con bono anual. Salamanca, académica Palanca, boton charro, tuno y capa, rana petrea, caña y tapa

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LO QUE DE VERDAD PASÓ

Todo empezó cuando damocles empuño su espada con brazo de gitano para herir el talón de aquiles, quien, guiado por la mano de dios abrió la caja que pandora le había regalado. Al ver que contenía el elixir de la juventud, bebida de los dioses, se alzó en pie de guerra provocando patas de gallo a todos los presentes, que reaccionaron en son de paz ofreciendo a cambio el santo grial. Juró entonces aquiles por la tumba de su padre, enarbolando la cruz de caravaca, que nunca más envidiaría el cuerpo de cristo por lograr resucitar. Dio una orden al perro de paulov,la voz de tu amo soy!, con la campana de gauss para que el peso de la justicia cayese sobre todos los hijos de dios. que supiesen lo que era mirar de frente a los ojos de la serpiente por haber infringido las leyes de murphy y que la fuerza del destino les dejase a las puertas de la muerte por haber ignorado las tablas de moises. Y antes de la puesta de sol, en los albores de la vida, el yugo del esclavo penetrara como viento del norte en los impíos en inmisericorde hora, haciendoles caer como lluvia de abril.
JASAS