AQUIESCENCIA DE PERNOCTANCIA
Un breve inciso (nunca mejor dicho) que viene a colación de mis correrías pizpiretas y bolichadoras y que esta basado en hechos reales, eso si, un tanto inconexos y adheridos con pinzas. Yo me tullo, tu te tulles, el se tulle.
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AQUIESCENCIA DE PERNOCTANCIA
La noche ya había caído, cubriendo el cielo con sus enormes y agrietadas alas, y una luna amarillenta, enfermiza y llena se asomaba precavidamente entre jirones de vaporosas nubes como una vulgar ratera a la espera de una víctima desprevenida. El quejumbroso ulular del viento acariciaba seductoramente una ya ajada hoja de árbol que aguardaba el otoñal día en que, viendo como sus compañeras se despeñaban inertes, abandonase este mundo antes que encontrarse en soledad.
Como tantas otras veces a esas mismas horas, me encontraba paseando entre adoquines deslabazados, iracundos borrachos y prostitutas de lujo de la posguerra y de saldo en la actualidad. La copa de coñac me había dejado un regusto amargo y mi aliento podría fácilmente haber salido de la boca del mismísimo Lucifer en un mal día, pero me sentía henchido de energía. Podría haber donado un pulmón, un riñón e incluso el jodido corazón y aún me hubiese sobrado fuerza suficiente como para traer de entre los muertos a Rocky Marciano y arrebatarle el título del mundo por K.O. técnico en el primer asalto. No era esta una sensación nueva para mi; llegaba al cénit cada noche, y cada noche acababa por apagarme, como se apaga una bengala que arde con furia durante unos segundos para protestar por su corta vida. El problema es que ocurría antes de que tuviese ocasión de aprovecharlo…pero lo notaba, esta vez iba a ser diferente, en esta ocasión demostraría a mi pequeño mundo, el único, que estaba esculpido en piedra.
Apareció de la nada, sin un chasquido de dedos, sin humo alrededor y sin ninguna maliciosa carcajada. Dos témpanos de hielo donde los ojos, una cicatriz de dos trayectorias en forma de V surcando la mejilla izquierda y una boca torcida sonriendo en cuarto creciente. Doscientos centímetros de humanidad negro azabache me contemplaban a la espera del pistoletazo de salida para hacer del fango mi comida favorita. En cualquier otro momento tal visión habría hecho que mis blasfemias enviasen a unas cuantas putas a su casa con mis excrementos encima pero ahora daba gracias a todos los dioses en los que no creía por traerme este regalo o no interponerse en el envío. Fue una lucha encarnizada, eran dos espíritus tribales los que se enfrentaban más que dos seres humanos. El baile frenético de brazos y piernas formaba curiosas sombras chinescas a la luz tenue de las farolas, únicas espectadoras de excepción del distinguido y febril duelo. Cada movimiento rasgaba el aire y provocaba un sonido sordo que rompía un silencio fúnebre. Las gotas de sudor libraban su particular combate con la piel por la que se deslizaban hasta formar hediondos charcos salinos en el suelo. Yo era más rápido pero uno solo de sus golpes podía adjudicarme la unción de los enfermos si llegaba a impactarme. Notaba como el cansancio fluía por todos los recovecos de mi cuerpo, que continuaba fintando y contorsionándose por la mera fuerza de la inercia. Ahora comprendía la desencajada y pavorosa cara de las marionetas cuando sus dueños les metían la mano por el culo para que pudiesen moverse. Tenía ante mi la oportunidad de convertirme en uno de esos héroes anónimos que pasan a formar parte de leyendas urbanas, idolatrado por débiles y respetado por poderosos. Estaba tan cerca el triunfo que casi notaba como se formaban callos en las yemas de mis dedos al rozar deslumbrado su incandescente halo…y en el momento álgido, un gran instante de una pequeña eternidad, cuando las campanas del infierno deberían haber doblado para recibir a un nuevo huésped, tal como llegó en la espesura de la noche, así se diluyó en la claridad del alba, y un pequeño reguero sanguinolento, entrecortado, casi rítmico, brotó con limpieza quirúrgica de mi ceja derecha, formando en el suelo la imagen ondulante de un rostro que jadeaba exhausto y confuso al son adormecedor de los pequeños camiones de la limpieza que recorren cada día las calles de la ciudad.
JASAS
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AQUIESCENCIA DE PERNOCTANCIA
La noche ya había caído, cubriendo el cielo con sus enormes y agrietadas alas, y una luna amarillenta, enfermiza y llena se asomaba precavidamente entre jirones de vaporosas nubes como una vulgar ratera a la espera de una víctima desprevenida. El quejumbroso ulular del viento acariciaba seductoramente una ya ajada hoja de árbol que aguardaba el otoñal día en que, viendo como sus compañeras se despeñaban inertes, abandonase este mundo antes que encontrarse en soledad.
Como tantas otras veces a esas mismas horas, me encontraba paseando entre adoquines deslabazados, iracundos borrachos y prostitutas de lujo de la posguerra y de saldo en la actualidad. La copa de coñac me había dejado un regusto amargo y mi aliento podría fácilmente haber salido de la boca del mismísimo Lucifer en un mal día, pero me sentía henchido de energía. Podría haber donado un pulmón, un riñón e incluso el jodido corazón y aún me hubiese sobrado fuerza suficiente como para traer de entre los muertos a Rocky Marciano y arrebatarle el título del mundo por K.O. técnico en el primer asalto. No era esta una sensación nueva para mi; llegaba al cénit cada noche, y cada noche acababa por apagarme, como se apaga una bengala que arde con furia durante unos segundos para protestar por su corta vida. El problema es que ocurría antes de que tuviese ocasión de aprovecharlo…pero lo notaba, esta vez iba a ser diferente, en esta ocasión demostraría a mi pequeño mundo, el único, que estaba esculpido en piedra.
Apareció de la nada, sin un chasquido de dedos, sin humo alrededor y sin ninguna maliciosa carcajada. Dos témpanos de hielo donde los ojos, una cicatriz de dos trayectorias en forma de V surcando la mejilla izquierda y una boca torcida sonriendo en cuarto creciente. Doscientos centímetros de humanidad negro azabache me contemplaban a la espera del pistoletazo de salida para hacer del fango mi comida favorita. En cualquier otro momento tal visión habría hecho que mis blasfemias enviasen a unas cuantas putas a su casa con mis excrementos encima pero ahora daba gracias a todos los dioses en los que no creía por traerme este regalo o no interponerse en el envío. Fue una lucha encarnizada, eran dos espíritus tribales los que se enfrentaban más que dos seres humanos. El baile frenético de brazos y piernas formaba curiosas sombras chinescas a la luz tenue de las farolas, únicas espectadoras de excepción del distinguido y febril duelo. Cada movimiento rasgaba el aire y provocaba un sonido sordo que rompía un silencio fúnebre. Las gotas de sudor libraban su particular combate con la piel por la que se deslizaban hasta formar hediondos charcos salinos en el suelo. Yo era más rápido pero uno solo de sus golpes podía adjudicarme la unción de los enfermos si llegaba a impactarme. Notaba como el cansancio fluía por todos los recovecos de mi cuerpo, que continuaba fintando y contorsionándose por la mera fuerza de la inercia. Ahora comprendía la desencajada y pavorosa cara de las marionetas cuando sus dueños les metían la mano por el culo para que pudiesen moverse. Tenía ante mi la oportunidad de convertirme en uno de esos héroes anónimos que pasan a formar parte de leyendas urbanas, idolatrado por débiles y respetado por poderosos. Estaba tan cerca el triunfo que casi notaba como se formaban callos en las yemas de mis dedos al rozar deslumbrado su incandescente halo…y en el momento álgido, un gran instante de una pequeña eternidad, cuando las campanas del infierno deberían haber doblado para recibir a un nuevo huésped, tal como llegó en la espesura de la noche, así se diluyó en la claridad del alba, y un pequeño reguero sanguinolento, entrecortado, casi rítmico, brotó con limpieza quirúrgica de mi ceja derecha, formando en el suelo la imagen ondulante de un rostro que jadeaba exhausto y confuso al son adormecedor de los pequeños camiones de la limpieza que recorren cada día las calles de la ciudad.
JASAS
5 Comments:
La innovación concupiscente
(soneto)
[Innovar: 1. tr. Mudar o alterar algo, introduciendo novedades.]
[Concupiscencia: 1. f. En la moral católica, deseo de bienes terrenos y, en especial, apetito desordenado de placeres deshonestos.]
Lux Aeterna que nos guías
por los caminos de la vida:
mezcolanza infame y perdida
de distintas sabidurías.
Sentimientos a flor de piel,
lágrimas que se deslizan,
tus palabras, que armonizan
nuestro espíritu siempre fiel.
Innovación grata e inesperada
es este blog para tus conocidos:
tu palabra en la Red plasmada.
Concupiscencia, pensamientos perdidos
que en nuestra inteligencia mermada
son gratamente absorbidos.
by Peludo.
Jorge, podrías poner un resumen del tema en cuestión... es que leer tus post es peor que leer "Tiempo de Silencio"...
Para los que no tengan idea de lo que estoy diciendo: incultos in-civilizados (dicho con la voz de Luis Corral...) que tiempos aquellos...
Kane
Si señor, Peludo, al fin un comentario elaborado y concienzudo que pluralice, aderece y analice de forma lírica y anacrónica los inescrutables caminos, cercanos a los Cerros de Úbeda, por los que gusto de perderme cuando escribo. Ya pondré algún otro poema para emparejarlo con el tuyo y que tengan tiernos niñitos, cuartetos o redondillas.
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Kane, supongo y espero que por "resumen" quieras decir que aparezca una breve entrada en lugar del texto entero, porque resumen (al menos del concepto)es lo que hago antes de la linea de puntos que suelo poner como separador.Aun así son textos bastante cortos.Por cierto, es un piropo eso de que parezco Luis Martín Santos, la verdad es que me incitas a continuar en la linea, jeje.
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!Salud hasta la decrepitud!
A mí lo q me gustaría sería 2 líneas escuetas en lenguaje llano y vulgar, que pudiera entender prácticamente cualquier analfabeto, que expliquen qué cojones intentas decir en el resto de la larga, insulsa e indescrifable parrafada q sueltas...
Aquí tienes tus dos lineas escuetas en lenguaje llano y vugar:
D verdá t consideras tan poco inteligent como pá no entenderlo?
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